En esos pequeños espacios
donde apenas cabe el día,
almacenamos a modo de epitafios,
la travesía reverente e impía.
Por años se va acumulando,
en anaqueles
de trescientos sesenta y cinco días.
Este retrato hablado,
muestra un rostro curtido
compendio de lo vivido.
Temprano por la mañana,
de esa pared se desgarra
el papel del viejo día,
en espera del devenir
con renovada energía.
Jornada tras jornada
planteos similares,
sin embargo cada alborada
trae consigo algo distinto,
en uno está encontrarlo
sin esperar gran espectáculo,
de la uva más pequeña
se saca el mejor vino.
Almanaque
que guardas el equipaje
de periplos colmados
de glorias y fracasos,
y a su vez venturoso porvenir
que nos impulsa a seguir...