Y aquella noche se quedó ladrando a la luna y lamiendo estrellas, mientras su alma canina escapaba de su cuerpo salpicado de arena.
Y la playa lo abrazó en plena orilla, queriendo sepultar su cuerpo pero las olas inquietas se negaban a hacerlo.
Y cuando los primeros rayos de sol iluminaron la playa, allí estaba todavía esperando su sepultura.
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Autor: Alejandro J. Díaz Valero
Maracaibo Venezuela