Advertencia a los viajeros de la nada
Cuando hayamos vuelto de los planetas muertos
en que no nos esperaba nada y en que nunca
pudimos resistir la soledad y la tristeza,
cuando hayamos descendido sobre la tierra firme
y abramos la escotilla del último cohete,
entonces lloraremos como el hijo arrepentido
que abandonó a su madre en las puertas de un asilo
y no miró hacia atrás por ya saber lo que vendría.
Y razones tendremos, porque aquí tampoco
nada esperará ya por nosotros ni por nadie,
todo habrá muerto, nosotros inclusive,
seremos los fantasmas de una raza que no quiso
comprender que tenía un deber con esta esfera.
Cuando hayamos vuelto ni estas últimas palabras
nos van a consolar, pues bien que las obviamos,
y aún así estaremos menos tristes y solos,
que al lado de los restos de la madre que dejamos
habrá un lugar que espere siempre por nosotros,
por nuestros pobres huesos ya viejos y entumidos,
por nuestro pobre amor, ya inútil como el viaje a tanta estrella.
Allí nos dormiremos, cuando hayamos regresado,
ya demasiado tarde, pero quizá algo menos solos
y quizá algo menos tristes, contemplando
cómo esos viejos brazos se han quedado extendidos
y esperando aquel abrazo con los viajeros de la nada.
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15 01 15