Ella le pidió que una mentira se haga realidad.
El buscaba una princesa con pilas recargables.
Se miraron un segundo ambos con una enfermedad
y después del primer beso ya nada era negociable.
Tantas promesas coleccionadas en un álbum viejo,
ella luego de ese beso exigió una verdad,
y al final de los puntos… él dibujó un bosquejo
por si a ella se le extraviaba la palabra felicidad.
Y hubo tantas guerras como religiones en el mundo,
amantes extorsivos; secretarias al por mayor,
corazones policiales; corazones vagabundos,
y ella solo quería un verdadero amor.
Y hubo tantos despilfarros en las almas,
olvidos alquilados; cielos de botella,
infiernos sin crisis; eyaculaciones sin camas,
y él solo quería morirse por ella.
Aprendieron a amarse de indistintos modos,
programaron sus ojos para verse sin verse,
y al llegar una caricia la soledad no huía del todo,
porque poco más tarde terminaba por conmoverse.
Descubrieron en las miradas un país desconocido,
y así fue como pusieron a sus labios una República,
y en medio de protestas por el gobierno elegido
sus manos crearon una revolución erótica.
Y hubo tantas ofertas como feriados para el sexo,
sonrisas huérfanas; citas de luto,
poesías con cianuro; inspiraciones sin nexo,
y ella solo quería un amor absoluto.
Y hubo tantos teoremas y preguntas sin respuestas,
comedias tristes; febreros oxidados,
bares como hospitales; dioses en fiestas,
y él solo quería morirse a su lado.
Y hoy ella y él son aquella duda
de un amor eterno sin promesas que cumplir,
y hoy ella y él son aquella muda
esperanza que en el silencio debe existir.
Las Mercedes, 14 de febrero 2013