Quizá tengas razón
cada vez que, resuelta sobre las cicatrices
de este amor y de nuevo con los ojos
bañados en presente, me preguntas
hasta cuándo y por qué.
No sé qué responderte:
¿que no te quiero?..., no es verdad,
porque incluso Dios sabe
que te sigo queriendo más que a nada;
¿que te guardo rencor?..., te perdoné
—si es que en algún momento
hubo algo por lo que perdonarte—
hace ya mucho tiempo, demasiado;
¿que solamente somos otro error?...,
mírame tan desnudo y frágil ante ti,
busca en mis ojos y sabrás entonces
que sin los tuyos siempre estuve ciego.
No sé qué contestarte con certeza:
tal vez que de repente el miedo me acompaña,
la niebla, el desacierto,
que no aprendo a llegar ni a la de tres
hasta tu misma altura;
o acaso sea que después de tantos años,
de tanta lejanía,
de tanta y tan cobarde renuncia por mi parte,
hoy ya no te merezca.