SONETO DEL FRIO
Aparecen de la flor los desmayos
en este invierno inclemente,
pero la dulce pasión no esta ausente,
aun siendo del Sol frágiles los rayos.
Aunque la aspereza del pampero
cierre con crudeza los ojos
se siguen anhelando amoríos
como los de las uvas de enero.
Los afanes siguen con desvelos
cuando encendidos de deseos
esperan calor los labios trémulos.
En aura tibia o en vientos fríos
son de luz los eróticos desvaríos
y tienen dulzura los calidos gemidos.
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SONETO DEL LICOR
Rodando sin control en mi caída,
como monigote descoyuntado,
borracho de vino y desbordado,
voy hacia meta desconocida.
Marchando por rumbo oscurecido,
soy una incógnita inclinada,
y si tengo el alma intoxicada,
mi corazón se siente destrozado.
Los tropiezos me detienen,
y las caídas agravan los daños,
que mis dolores infligen.
Por los bares encuentro extraños,
tan ebrios como sus demonios piden,
e igual que yo marchan como rebaños.
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SONETO DE LA CODICIA
Cuando apaga el día su fuego
en el confín del anchuroso mar,
el atardecer me lleva a meditar
sobre este siniestro juego.
Por la ambición humana
pronto no habrá límpidas mareas,
que suban y bajen en las riberas
al influjo de la Luna cercana.
Nacida en el agua la vida
aniquilará el hombre su cuna
si no hay Dios que lo impida.
Destruye, mata y contamina,
negando freno alguno,
que limite su efímera fortuna.
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SONETO DE LA RAPIÑA
Boga en la noche serena,
un velero con ingleses,
que para lucrar con creces.
lleva al oeste gente morena.
Un galeón de ibérico pendón,
repleta de oro la bodega,
hacia el saliente navega,
para saciar al rey de su nación.
Así fue con galos y holandeses
navegando milla por milla,
sin excluir a portugueses.
Son de la cultura del renacimiento,
del iluminismo y de la caída Bastilla,
los que dejaron tanto resentimiento.
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