Hablar con usted... Eso pide
a gritos este, ahora suyo,
corazón, que desde que la
miró, se interesó tanto en usted.
Estar con usted... Eso pide
pacientemente este, ahora suyo,
corazón, desde que le confesó
su sentir sincero y ahora creciente.
No estoy seguro de lo que
usted provoca en mí, en mi mente,
en mi corazón, pero no quiero
que esa sensación se aparte de mí.
No estoy seguro de por qué
con usted es diferente, tampoco
estoy seguro de por qué el sólo
verla me hace titubear tanto,
pero estoy seguro de que es
algo que no quiero dejar de sentir.
Yo no sé qué es lo que siento, sólo
tengo una ligera idea de lo que podría...
Le hablo a usted de esta manera
porque no sé otra para expresar
lo que siento cuando en mi corazón
siento martilleos que no lastiman,
que por el contrario, me dan más
vida. Quizá piense que exagero,
tal vez tenga usted razón, pero
no hay una manera de explicar
un sentimiento, de modo que no
parezca una exaltación del mismo,
pues cuando los sentimientos nos
llegan, nos exaltan y emocionan.
Así me hace sentir usted: emocionado...
Así me hacer escribir usted: exaltado...
Así me hace soñar usted: desenfrenado...
Así me pone usted el corazón: acelerado...
Emocionado, pues nunca había
invitado a nadie, como lo hice
con usted aquella tarde de Enero,
cuando me sonió apenada y reí igual...
Exaltado, pues es un sentimiento
ajeno a lo que conocía hasta ahora,
impaciente por aprender a quererla
como un alma tan buena lo merece.
Desenfrenado, porque aun despierto
y en ausencia de su persona, la veo
sonriente, brillante, como sólo usted
sabe ser siempre, siempre alegre...
Acelerado, porque... Pues porque
me pone sumamente nervioso, cada
vez que la veo caminar hacia mí o
cuando me habla, me acelera el corazón...
De un corazón sincero y vanidoso a
un corazón noble y hermoso
Sofía C. C.