Yo soy el dueño de las palabras,
esas palabras mágicas
que te producen escozor en la espalda;
yo soy el dueño de tu respiración entrecortada,
y de tus muertes en mi cama.
Mis dedos tienen el poder
de encender tu hoguera interna,
sólo yo sé hacerlo
de la manera exacta
en que lo dibujan tus sueños,
(cuando te miro, sólo con eso te alcanza
para llegar al cielo).
No dejaré que te falte mi amor,
¡tu vida depende de ello!