En mi triste corazón
se esconden rudas espinas
de una flor.
Y no tienen compasión,
aquéllas, las asesinas
de dolor.
Al final de mi vertiente
hay muchas aguas oscuras
de tristeza.
Beberme lo que ella siente?
ante lánguidas honduras
de vileza.
Quinientos a la batalla
penas a diez mil pupilas
de las horas.
Ya nadie vivo se halla,
lloran sus muertos las lilas
ondeando las auroras.
Desde mis falanges digo:
«¡Penas en mis coyunturas
sensoriales!».
Tan lejos lo que persigo,
perenne a estas ataduras
naturales.
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John Morales Arriola