Sucede que los días pasan sin vergüenza
como tú, a veces, repentinamente por mis ojos
y el silencio habla en mi de a pocos
y la soledad quiere, y consigue en mí un devastador incendio.
Caminas. Caminas tú y tu piel soleada
bajo el cielo inmenso acogedor
y andas por allí, y vienes hacia mi, curiosa,
cargando prejuicio en tus hombros, y sigues.
Seguimos el cielo invisible y el mar de tempestad,
el camino de incendio y el camino de pasión,
caminamos solos pero juntos de los codos,
juntos de las manos, nuestra rara amistad.
Es tan dulce pasear por las líneas delgadas,
y tenerte apretada a mi alma, como si fueras mía,
corre y corre el aire nuestro bailando en nuestros cuerpos,
se suelta, se enreda y alegre en lo alto más nos eleva.