El conejito,
corrió
asustado,
hasta su
escondite.
Fue descubierto,
por la mano
del matador,
que lo quería
a la cacerola
guisar.
El fue un
poco más
hábil y
corrió en
sentido
contrario
al mango,
de la sartén,
donde estaba
haciendo
el sofrito,
su mujer.
Ups!!!...
Cuando
quiso verlo,
éste le
puso la
sartén de
sombrero.