kavanarudén

Quiero

 

 

 

La lluvia cae persistente en mi ciudad.

 

Una agradable sensación siento al escucharla. Estaría así, oyéndola caer horas y horas, sin cansarme. Escucho un trueno a lo lejos y veo los relámpagos que parecen darse el cambio uno a otro.

 

La natura agradece la caricia del agua persistente, ya que hacía tiempo que no llovía.

Lluvia acompañada de un aire fresco y húmedo. Me acerco a la ventana y la abro. Quiero disfrutar de todo este espectáculo y respirar profundamente.

Alguna que otra gota me toca el rostro, no me importa, solo quiero sentir. Extiendo mis brazos y solo respiro, una, dos, mil veces.

 

A lo lejos algunas aves parecen disfrutar volando en círculos cada vez más altos, sin temor alguno, dan la impresión de paz, de tranquilidad, de sosiego, parecen suspendidas en el horizonte.

 

Los pinos se mueven al compás del viento, se tocan unos a otros, parecen bailar alegremente al son de la lluvia que arrecia, al igual que el viento. Corresponden a este abrazo cordial. Casi les escucho cantar de alegría.

 

Me siento pequeño ante tanta belleza, casi insignificante.

Sentimiento profundo el que me embarga, lo siento en la boca de mi estómago, en un punto concreto, mientras mi corazón late fuertemente.

 

Quiero escucharme, escuchar mi cuerpo algunas veces mal tratado de mi parte por el estrés, por mis apuros, por mi impaciencia, por mis impulsos, por mi carácter. No lo tomo en cuenta en mis decisiones y situaciones existenciales, parece que solamente debe obedecer y basta. Si no lo escucho y prendo en consideración, tarde o temprano se resentirá y comenzará a manifestarse a través del cansancio o de las enfermedades, ya siento algunas quejas de su parte.

 

He sido creado para la felicidad, para dar lo mejor de mí, que quiero conocer. Hay algo en lo profundo de mi ser que me caracteriza de todos los demás, ese potencial que poco a poco descubro en mí.

Desde niño fui educado a ser quien no era porque había que contentar a los demás, no estaba bien ser diferente, no se podían manifestar abiertamente los sentimientos: “vamos a la casa de la Señora María, seguro que nos va a ofrecer una merienda, tomarás con cordura lo que te gusta y si te pregunta si quieres más, tú le dices “no gracias” aunque quieras” – decía mi madre cada ves que salíamos a visitar a alguien – contaba yo con cinco años recién cumplidos. Una sonrisa me viene espontánea en este momento.

Para mi madre era lo máximo cada vez que le decían: señora Rosa, su hijo es muy educado, ¡que bien!

Mi sensibilidad tenía que domarla. La sensibilidad es cosa de mujeres o de niñas y “usted es un hombre hecho y derecho”. Hoy me pregunto: ¿qué significaba para mis padres ser un hombre hecho y derecho? Río para mis adentros.

Estas cosas y muchas más fueron haciendo que las potencialidades y las diferencias se quedaran dormidas en un ángulo perdido de mi niñez y mi adolescencia….

 

El ambiente circundante me ayuda a entrar en mi ser. Mientras más respiro voy más profundo. Estoy de frente a grandes cambios existenciales y esto me produce cierta tensión. Quiero confiar, quiero dejar las cosas fluir, quiero tener paciencia. “Quiero”, no “debo”. El querer que viene de la voluntad y no el deber con su origen en la obligatoriedad. Cuando digo un profundo “quiero” siento mi cuerpo que se relaja, que hay un impulso, hay voluntad, cuando pronuncio un “debo” se tensa y se resiste.

 

Sigue la lluvia persistente.

Me hago un propósito concreto: Quiero vivir plenamente esta aventura llamada vida.