Fue en los altos de la cordillera
que se le vio nacer.
Diluirse digámoslo bien
porque antes de ser eso no era más que una dama de blanca tez
la nieve eterna
que cae del cielo
en esa parte del mundo por doquier.
Pero el ya era agua
y comenzó a correr
por las laderas
por las quebradas
por los intersticios de las rocas
corriente abajo
su flujo era huidizo
hasta que llegó a un bajo
abrió su boca
bostezó
y reposó
se embelesó
se sintió a sus anchas en ese remanso
tanto que llegó a creer que ese momento idílico era eterno
inocente criatura
porque al fin de cuentas estaba muy equivocado
pues lo suyo era seguir corriendo
con otros brazos
con otros hermanos
con otros como el que habían venido también a vencer
y unidos hicieron dos
e hicieron tres
e hicieron y deshicieron en el hermoso valle aquel
decenas de casas arrastraron
cientos de animales mataron
destrucción dejaron a su paso como un tropel
para luego regresar al cauce
agotados
satisfechos
con una inocencia llena de desfachatez
de inmadurez
pero tan pronto presintieron el mar a lo lejos
se calmaron
maduraron
gozaron
se congratularon de su viril existencia
que estaba por acabarse
antes de perderse en el.