Yo estuve contigo y bebí tus sueños,
en tus ojos y en tu boca… en esas amanecidas horas
en que me despertabas con caricias para hacerme el amor…
y me pedías café… y tomábamos licor.
Sobre tu poma escribo en ropa interior,
tú, casi desnuda, porque tienes calor;
es la hora de la pausa después de la pasión,
en la que con tu fuego inspiraste mi lira de cantor…
Los caprichosos hilos que entrelazan el humo
de tu cigarrillo mentolado acrecientan la ilusión
de que nos hemos encontrado, ¡grave error!,
esto es sólo sexo… ni malo ¡ni mejor!
Los sueños se hacen trizas en la estridente sirena
de alguna ambulancia, en el exterior…
Esos sueños que no tienen asidero ni futuro,
tal vez son sueños míos… tal vez son sueños tuyos…
Me bebo tus sueños en tu piel transpirada,
te los cambio por placer y algunos masajes,
te cobro, cual peaje de tus fantasías,
dejándote mis marcas, robándote la vida.
El sol ya se promete tras las casas lejanas
y me seco nuestros fluidos con el borde de la sábana;
al cuaderno arrugado donde escribí el poema
lo doblo y arrojo, como pelota, a la mesa.
Un beso de despedida coloco en tu boca,
que somnolienta murmura “¿Nos vemos?” (como broma).
Y la nada me llevo… y la nada te dejo,
al irme pensando: “¡Es solamente sexo!”