¡Oh la noche se viste de compañera!
Donde están sus caderas
Sus perímetros
Sus golfos, sus bahías
Su aroma a mujer en su éxtasis
Otra noche de viento silbando por las rendijas del alma
Por los pasillos se oyen las goteras, de un rebelde grifo
Oscuridad eterna como la muerte
Anda mi cuerpo, enloquecen las manos
Caminan los pies peregrinos
como un satélite sin luz propia
Girando en circulares rutinas
Mientras las miserables horas son un sequito de segundos pordioseros
Mezquinos en andar, pausadamente, de un tiempo infinito
Como lo son las distancias
Entre la tierra y el sol
¡Oh noche, letal de penumbras largas!
Noche que encandilas el pensamiento a los solitarios poetas
A los ancianos, que inventan ecos y voces
de la niñez de los hijos
Noche que asustas con tu silencio de estrellas
Mecidas las copas por el viento frío del sur.
¡Oh noche de eternidades celestiales!
Noche que meces los pinos centenarios en la tierra de los muertos
Una de estas noches,
me llevaras
Por los pasillos de viejas baldosas amarillas
a esa tierra prometida, volarán los pensamientos
a esos lares, morada del descanso eterno
ser un verso póstumo, un libro, una pagina.
Inscriptas en los gritos de espantos y soledades
¡Oh mi tierra, me llama, la madre del ser!
¡Oh sombra, confusión, invento, de algún ser divino!
Y entre las sabanas de insomnios
Las tristes horas pasan pausadamente hacia la misma muerte
Del abrazo y amanecer que el caminante anhela
Solitarias sillas de viejas maderas en compañía
En el aire, en la calma, el respirar aun pausado
Un poema suelto, excusa maravillosa acortando las
Aletargadas agujas de un reloj mustio
En paredes solitarias, mudas,
con ojos de soledades incontenibles.