antoninomilla

SOÑÉ

Soñé con cada amanecer.

Soñé viéndome levantar

encaminándome a la jornada,

hablando de todo y de nada.

Te vi a ti, a tí y a ti,

siendo tan reales como yo.

Ví mis manos,

vi a mi alrededor

y vi tantas cosas

separadas de mi.

Luego sentí frío y me abrigué

y me puse a hablar contigo,

y sin ti.

Estuve pensando,

sintiendo y obrando

con un propósito o sin él.

Reí...lloré,

¡Me enfurecí!

y luego me preocupé,

suspiré profundo y resoplé.

Alguien dijo mi nombre

y le respondí.

Yo llamé a alguien

y este vino a mi.

El mundo era ese mundo que cambiaba

pero que era siempre el mismo,

desde que el sol pareció brotar en la alborada

llegar a su zénit, para luego desaparecer

poco a poco detrás de los celajes.

El día se volvió a ir

y nuevamente vino la noche.

Me sentí cansado y me acosté,

viniste tú y me besaste

y yo te sonreí.

Sin darme cuenta con el tiempo

abandoné este sueño,

para poder soñar mis desinhibiciones

en mi propio sueño personal.

Y ya sin memoria,

sin conciencia,

privado de cualquier percepción,

quizá dije como Cristo:

¡En tus manos encomiendo mi Espíritu!

y morí...

para regresar a mi realidad inefable,

que la mente no puede concebir.

Pero volví a resucitar,

volví a mi estado de vigilia,

volvía a soñar despierto literalmente,

y pensé vagamente:

¡Oh Dios! ¡He vuelto a reencarnar!

Y me encaminé a la nueva jornada...