Lunas suaves caen a los dos lados
del rostro sin mácula de amanecer violáceo.
Andando atravesamos el lienzo húmedo,
colgado desde el cielo, que representa pinos
agua corriendo, rocío, perro aullar.
Pero todo es mentira, cabalgaduras
de brujas cenicientas
testamentos sin dientes.
Y sin embargo, aún,
con todos los osarios que llevo por el cuerpo,
aún, te veo, a veces,
como un relicario de días
siempre azules, de sol líquido y dulce.
A veces, olvido la miseria que medra
en las cuentas de ahorro y vivo,
tan pequeño, otra vez las sotanas
que sostenían templos
y los cientos de pies lamidos por peldaños
marchando sin pasado a misas y oraciones.
El viejo macho colgado de la cruz
guiña y guiña santos y se lame los dedos.
A veces sabe el vino como el beso que di
en la lengua sedienta y apelmazada en libros.
Una lengua que suda sarna y oropel viejo.
Añagazas de curas,
amor de los poetas.