Las sombras platinaban la senda hacia el encuentro,
era la señal que me urgìa, para llegar a tus suspiros,
buscando el gozo, aspirando el sabor de lo prohibido,
bordando con tu serenidad la calma de mis ojos.
La oscuridad traslucìa mis sensaciones ignotas,
que agudizò el silencio creado por el encuentro,
mientras las preguntas como las miradas,
una vez màs, se fundieron en efusivos abrazos.
Nos buscamos con la respuesta tatuada en el corazòn.
Solo una bocanada, solo un trozo de ambrosìa,
cual nèctar divino de felicidad impoluta,
como la pasiòn, que bullìa en la tentaciòn sin miedo.
Que se atrevìa mostrando el interior alborotado,
afiebrado, con los latidos del deseo descontrolado,
tanto como adoramos el amanecer que nos bebimos.
Pero... siempre, a escondidas de las miradas del dìa.