Siempre habrá alguien bajo los puentes,
con un melasma de piedad
hurgándote bajo los bolsillos.
adormilando la noche o
pernoctando una pena
casi siempre,
siempre de amor.
Siempre habrá alguien bajo los puentes,
enamorando vírgenes prodigiosas
al candor de la lluvia tropical.
Bajo la luz amarilla de los postes o
bajo un corazón coraza plagado
de intentos de huida.
Siempre habrá alguien bajo los puentes,
arrastrando el rasero de cuatro ruedas roídas
al acabar la jornada.
Expuestos
a la mirada atónita
de los que burdamente no entienden
lo fácil que es…
Entregarse
Al vacío de la muerte.
Pernoctar un rato bajo
el cobijo de la noche
para así renacer,
al atardecer,
como ave fénix.
Siempre habrá alguien bajo los puentes,
caminando
hacia el pabellón
del inamovible abandono,
bajo neumáticos apilados
y una pared
pintorreteada. A punto de
derrumbarse.
Siempre habrá alguien
bajo estos cruces prominentes.
Sin señales de advertencia
ni luces de peligro.
Caminos de una sola vía
bajo cielos de latón y
gente virulenta.
Siempre habrá alguien bajo los puentes.
Hundiéndose.
Para así, un día cualquiera,
tal vez, renacer de nuevo o
terminar de morirse.