David Arthur

Los desdichados

 

 

 

Ella le deja ir sin decir nada

inmóvil

sin lágrimas

ningún grito de arrepentimiento

paralizada

ni siquiera un parpadeo

sus ojos penetran como un puñal 

la piel de su espalda

la boca tiesa impide un temblor de labios en abandono

ninguna emoción

ninguna traición de los sentimientos

 

Él considera volverse

suplicar el perdón

un compromiso con su propio orgullo

rendirse

abusada por el egoísmo de ella

su decisión tomada

los años, pesos encima de sus hombros,

desintegran como promesas falsas

un alivio agrio

náusea

pánico

al irse

suda en la fríalidad de su cuerpo.