Fue tu boca mi eterno silencio,
la orilla para aferrarme a la vida,
pequeña como una abeja
que volaba entre mi razón,
que se dormía en las líneas de algún verso.
Y ahora desbordas esa miel cuando me hablas,
anidando sobre mis sueños como una esperanza,
como la única estrella de este universo.
Así te pienso y te existo,
porque te llevo latiendo en el pecho
y en esa boca vuelo a ser tuyo
desde el alma hasta la sangre,
y soy tan tuyo como tu soledad,
y soy de aquellos labios en cuyas fronteras
se fundan mis pasiones,
donde se muere el invierno y se humedece la vida.
Ay deliciosa playa desierta,
allí naufraga esta locura.
Ay el beso de las uvas.
Ay el hastío del crepúsculo.