Muere entre agónicos suspiros el hedor de las calamidades; caótica es la vena que drena el azufre de su aliento de bestia prehistórica.
Mitológicos son los ojos de la medusa que petrifica en los senderos de la cueva de Dante que vestido en rosa se depila las cejas y se pone vile.
Rebuzna la yegua que infértiles son sus células impuras desahogadas en ríos de las empíricas vaciedades.
Se levanta la serpiente entre harapos de mentiras entre melancólicos pensamientos que se adhieren en seminegros diénteles de mohoso hedor de muerte.
Avanza la harpía sirena entre mares de fuego, arrasando los fantasmas vagantes en etérea bruma de soledades.
Se desvía la luna entre sombras de pecados y lujurias de un sol promiscúo que se desnuda entre arrabales de cortesanas baratas.
Y en ecos de silencio aúlla el hombre lobo con el hocico sangrante de su presa de fantasía ahuyentando jaurías de cacería.
Y en busque de brujas la cenicienta encantada agoniza de espera