Roma arde porque los versificadores fuman esperma
y los intelectuales debaten sobre los escotes.
Este siglo se ha puesto su sombrero de mirlo
y ahora los homicidas también escriben poemas.
Yo me levanto de madrugada y beso el sopor.
Recuerdo haberte congelado con una sartén y un palo.
El cielo se muestra inapropiado y la Sra. Muerte
ha jurado en vano por motivos de compromiso inmortal.
Cris y Paola bailan en París y la amante del diablo
se fuma el cigarro que alguien babeó y luego salivó.
Los evolucionistas discuten sobre Dios;
Roma arde por los cuatro costados y los jóvenes beben cerveza.
Todo posee un por qué relativo, corrompido y muy relativo.
Algún que otro necio busca la fama y algún que otro orgasmo
da golpes al papel que no desea ser azotado.
Cris y Paola bailan y yo me despierto de madrugada.
Lo malo de ser poeta es que Roma
se consuma con tanta borrachera.