A ti, que en la lejanía me recuerdas con cariño.
A ti, que me demuestras con tus letras, el afecto que me profesas.
A ti, que buscas entre letras el consuelo, la esperanza, las ganas de vivir.
A ti, que eres ráfaga de viento, tormenta tropical, suave brisa de verano, frío impetuoso de invierno, frágil criatura del cosmos, garúa temprana de otoño…
A ti, que me ofreces comprensión y un refugio en tu cálido e inquieto corazón.
A ti, que solo con leerme intuyes mi sentimiento más profundo.
A ti, que me ofreces tu amistad sincera, tu apoyo incondicional, tus hombros para recoger mis lágrimas, tus oídos para escuchar mis penas, la plenitud de tu acogida.
A ti, que delicada y generosamente me haces ver mis errores ortográficos, gramaticales, porque quieres que me supere y dé lo mejor de mí.
A ti, que con una simple palabra, estrofa, metáfora, eres capaz de levantarme el ánimo. Lo más hermoso, es que ni te das cuenta de ello ya que lo haces sin pensar, sin intención, en manera generosa.
A ti, que a través de tus escritos me habla el Altísimo, seas o no creyente. Hay un mensaje escondido para mí en tus estrofas, que descubro afinando mi intuición y sensibilidad.
A ti, que otrora compartimos una amistad, comentarios, poemas y con el tiempo nos fuimos alejando. ¿Bajé yo de tu tren o tú del mío? No lo sé… si te ofendí, perdón.
A ti, que sentado(a) frente a tu computador, lees estas líneas, por el solo placer de hacerlo…
Quiero expresarte mi más sincero “gracias”.
Ven a mí cuando quieras, a la hora que sea, sin temores.
No puedo ofrecerte fortunas, solo un sencillo y simple corazón abierto, capaz de soportar toneladas de dolor;
un par de hombros fuertes, acostumbrado a llevar el peso del vivir;
unos oídos agudos, para escuchar hasta tus silencios;
una frase espontánea, escrita desde lo profundo de mi corazón;
en fin, amistad sincera, con la libertad de expresarte lo que siento y pienso, en el respeto y la aceptación.