Las emes de mis manos con puntas de fuego
estrechas y húmedas trillan su tiempo
entre sucio y jabón, caricias y dolores,
sin dejar espacios planos
entre sus líneas enmarañadas.
Milímetro a milímetro el pelo
de sus caminos es más abundante.
Emes gemelas y diferentes
que palpan sin descanso
la vida marchita y única,
emes contrarias como reflejos de espejos torcidos y crudos
como el agua empozada entre ellas.
Las únicas testigos de caricias y vellos hinchados
de poros abiertos y sudores profanos.
Las que veo convertirse en fósiles de estrellas
entre matices de conchas blancas y resecas
que arranco de ellas imperceptible, indoloro
las que con el cerebro
y el corazón forcejean sublimes secretos
imposibles de expresar.
Emes que bifurcan los sentidos
del más hábil lector de manos
porque de viejo nada hay que leer
solo la muerte y ella
no es ningún augurio.
Las observo de vez en vez
cuando dando vueltas al anillo
recorro mi vida en cada giro.
Las que palpitaron con el hierro
y la madera , el fuego y el frio
las que el tiempo hizo que sellaran
sus huellas en todas partes.
Emes de mis manos
las observo arrugarse como mi vida,
tocadas y abrazadas por otras manos
besadas por labios que ahora están muertos
presas sin apretar el puño
abiertas y solas.