Marchitando lento entre senectud
perece de una rosa el esplendor
aquel que ayer fue tan cautivador
y ahora sucumbe en su pulcritud
fugaz será el suspiro de quietud
ante tal agobio estremecedor
cual ósculo triste y ahogador
de la muerte en el inerte ataúd
ha muerto una dama con prontitud
bajo el palpitar del azul nocturno
bajo destellos de beatitud
y como sopla el viento inoportuno
sin propinar ruido como virtud
en su corazón no hay latido alguno
Juan Amezcua