Para Laurasofía,
hermana de Laura y de Sofía.
Allá en Omaha.
°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°°
-I-
La nieve vuelve a caer
delante de tus ojos.
Ahora ya la conoces.
Ya sabes cómo convertir
su malestar en risas.
Por un momento,
los pedacitos que golpean tu cara
acarician tu cara.
Te hicieron recordar, al mismo tiempo,
algunas narraciones
de los cuentos de “Había una vez,”
y que tú creías que solo existían
en la imaginación de los maestros.
Ahora era diferente.
Viste a Carla deslizarse tranquilamente
por la creada cuesta
en el jardín de la casa de Omaha.
Viste a Laura, viste a Sofía,
quienes al culminar su ruta-cuesta,
te lanzaban millones de estrellas
para cambiar el malestar en risas.
Aquellas cuatro manitas
hacían el milagro.
¿Querías regresar al rito?
- MAYBE.
-II-
Los muñecos de nieve
jamás imaginados en grupos
-como aquellos tantos-
delante de tus ojos.
A uno, tú le colocaste
la zanahoria-nariz
o nariz-zanahoria,
acompañando el rito.
Tú nunca habías sentido
la Roma blanquecina,
como esta que columbras.
Ahora era distinto.
Tus manos frías,
protegidas por guantes
y desacostumbradas,
siempre tentaron de asir aquella nada,
la blanquecina nada,
para lavar tu faz.
¿Querías recuperar,
tal vez,
algunos años?
- FORSE.
-III-
De pronto... San Sebastián.
no el tuyo, el otro.
El de los Reyes católicos,
no el de los Reyes Magos.
Mientras caía la nieve,
leíste el nombre de la calle
que te estaba alojando:
“Federico García Lorca”
y recordaste, de inmediato,
su casa de Granada,
convertida en venta de refrescos
durante los cuarenta años
de la noche negra.
Ahora era diverso.
Hoy era blanca.
Los copos llenaron tu cabeza
y enfriaron lo negativo del recuerdo.
¿Querías hacer tuyos,
y en tu idioma,
los momentos vividos
en similares ratos,
en lugares distintos?
- QUIZÁS.