Un hogar construí, con mujer e hijos…
y en ellos regué todo el amor que pude.
Pero no fue suficiente, no logré retenerlo,
no sé que faltó y por más que lo pienso,
¡no lo entiendo!... ¡no lo entiendo!
Afecto, estudio, dinero… auto, confort, paseos,
¡nada fue suficiente!… ¡no pude retenerlo!
Voy a amarte a ti… ya que estás conmigo,
tú serás mi hija, mi mujer mi todo,
tú serás el modo que tendré de escaparme
o de quedarme en la vida…
tú serás, querida, mi sueño y mi propósito,
en ti estará mi depósito de besos y caricias,
y te amaré un día… cada día.
No tendré esperanzas, por la tremenda distancia,
ni me forjaré falsas expectativas…
tus veinte años… mis sesenta,
me hacen sacar una cuenta que no tiene resultado,
no le sirve la resta ni la suma,
¡sólo una división que multiplica!
A ti no te importa nada, porque nada esperas…
Yo, como tú también, vivo la manera
de disfrutar de la experiencia de no ponerle nombre
a una relación que se suscita
sin proponerlo, sin programarlo…
un romance de una sola cita…
de un hoy eterno que hoy mismo muere,
para renacer idéntico, en un nuevo hoy
¡en cualquier momento!
Te amaré a ti, ya que estás en mi vida,
te amaré a ti, ya que hoy te tengo,
te amaré a ti, mientras retengo
un rato más el cáliz de la inexorable
¡extinción de este día!