No pretendo que se piense como yo pienso, pero sí que se me respetes como yo hago con los que no piensan como yo.
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Como la arena que arrastrando van las olas,
aprovechándose de la fuerza del viento,
existen gentes que manejan sentimientos
para acercar hasta su altar las caracolas,
contándoles un cuento.
Hace muy poco que irrumpió en el escenario
un catequista, ¡qué digo yo!, un salvador,
mas no creais que fue donando su salario
pues el presume de señor, que es profesor
un tanto estrafalario.
Es político y como tal es funcionario,
su manduca segura está a final de mes,
además dicen que él se jacta de empresario
sin más asalariados, pues él patrón no es,
que es un mero notario.
En público sabe hablar, buen predicador
¿y repartir? cobas, promesas y consejos
lo que es corriente de cualquier embaucador,
aunque todos suenen ahora un tanto añejos
y escasos de rigor.
Pablo Iglesias, su nombre es, un ave de paso,
justa respuesta a una terrible frustración,
de algunos que nos prometieron el parnaso
y llevado han a tan fatal desilusión
y tan duro fracaso.
Tú, experto en contar a la gente lo que quiere
andas una vez más prometiendo el paraiso
sabiendo de que no es posible se pudiere
condimentar de esa guisa aquese guiso
si fuego allí no hubiere.
Un tiempo ha de pasar y aquí me comprometo,
si a la borrasca que se anuncia sobrevivo,
a descubrir la falsedad de este sujeto
farsante que sólo ansía el poder, un vivo,
¡no pasas de un panfleto!