Tan frío, tan tuyo que se pega la camisa en tu pecho, marca toda tu figura esculpida en el más fino mármol, ese cuerpo de David que enloquece mis sentidos, y sonroja mis mejillas. Tú, ese sueño jamás soñado, ese esperanza tacita en la eternidad, ese calor infinito en el más crudo invierno, Tú, tan simple y gigante como el universo mismo, tan cercano y distante como las estrellas en el firmamento de mis días, tan abstracto como las ideas de Van Gogh en una noche locura solitaria, tan jodidamente perfecto, tan mortalmente humano.
Tanto frío que mi piel se eriza, mis labios se vuelven morados y el cabello húmedo se pega en mi rostro, mechones azabaches. Tan frío que tiemblo ante tu tacto, tirito de frío al sentir tus dedos entrelazarse con los míos, tiemblo al sentir ese tan preciado roce tal vez por última vez, mi cuerpo se agita al sentir tu corazón sincronizado con el mío. Tanto frío que sé que voy a morir de amor.
Acostados, tan juntos, tan cerca que siento tu cuerpo estremecer por el hielo que punza tu piel, pero ¿Qué importa, si estamos juntos? Ayer me dijiste que me querías, sin delicadeza me dijiste que no me marchara que era tu Princesa, y por eso estoy aquí, estremeciendo del frío amor que merecemos, sintiendo como el calor se va, pero… ¿Qué importa que nuestros miembros se duerman y caigan, inertes y gangrenados? Nada importa, ya que al final lo dos yacemos unidos, con frío y muertos en la tierra. Por fin y para siempre juntos Amor.