Con mi Visa en la cartera
me siento el dueño del mundo,
sentimiento muy profundo
que no lo tiene cualquiera.
Consumos y compras hago
con mi tarjetita Visa
y ella atiende sumisa
mis compromisos de pago.
Pero si un aciago día
dicen que el saldo no alcanza,
juro tomarme venganza
de esa tarjetita impía.
La abandono en un portal
tras cortarla por un flanco
y me voy a otro banco
a que me den otra igual.
Ibiza, 8 de agosto 20XX.