Antojadizo amor que vive alerta
en la vertiente de mis dulces ojos,
lacerante cautivo que despierta
mi vendaval de fuego mis cerrojos.
Tornadizo, febril, sagaz, alerta
en la semilla de mis vuelos rojos,
en la plegaria de mi herida abierta
y en las iglesias de mis desalojos.
Tú doloroso que jamás te rindes
de asesinarme empobreces mi boca
del más divino néctar; siendo lumbre
en azules silencios en la cumbre
de mis manos zafiro.... Desemboca
por fin para que en mis laderas guindes.