Si tú me preguntaras, por ejemplo, por qué odio los helados de fresa
te diría
que el abuelo de Heidi se ha cortado la barba
o mejor, las manzanas
inventaron los inviernos noruegos
y tú, que fuiste siempre una experta en traducir las líneas de la mano
entenderás por qué te estás muriendo
de una muerte lentísima.
Comprenderás entonces
por qué existen semáforos en todos los desiertos
y hay arroyos bilingües,
por qué tiene una hormiga el corazón más grande que una torre
y por qué finalmente
no se ponen pijama los turistas malteses.
Y me dirás ahora
que en Groenlandia se aman los vikingos a la luz de una vela
y sólo acuden al médico para tomarse la temperatura del semen
y eso ya lo sabías,
que las grullas nocturnas no se pintan las uñas
y eso ya lo sabías,
que las momias egipcias nunca leen los periódicos
y también lo sabías
y además me recuerdas que tú nunca
sobornaste a un bédel en la Sorboma.