Mis sueños se fueron adelgazando
como sombras del invierno,
mis sueños se convirtieron
en dolores epidérmicos;
debajo, quemando el fuego,
de mi piel, están mis sueños.
No tienes nada que ver,
tú no eres parte del sueño,
tú apareciste de pronto
como una prenda sin dueño,
y te enrollaste en mi cuello
para mi abrigo y consuelo.
Tus conflictos me quitaron
de vivir de los recuerdos,
me tomaste por tu padre,
pero nos venció el deseo,
tú en tus más rosados años,
yo ya con muy poco tiempo.
Sólo he podido amarte
consumiendo un poco el fuego
que casi quema tu alma
y que salvé del infierno;
pero no estás enterada
hasta que punto te quiero.
Me has repetido mil veces
que tu amor es muy intenso,
que no se puede nombrar,
que no recibe etiquetas,
yo me permito dudar,
¡creo que siento más que eso!
No vamos a discutir,
y seguiremos fingiendo
que sólo hacemos el sexo,
que nos vence la lujuria,
que las hormonas nos pueden,
tú seguirás con tu novio,
yo me seguiré mintiendo.
No me animo a sospechar
en qué terminará todo esto,
tal vez no termine nunca
o sólo conmigo muerto,
tampoco voy a tratar
de saber qué es lo que siento.
Caminaremos así
mientras exista un camino,
después de hacerte el amor,
ya todo me da lo mismo,
soy feliz, nada lo impide,
ser feliz fue mi destino.
Haber vivido contigo
una pasión sin romance,
un amarte sin fronteras,
sin esperanza o proyectos,
un tenerte sin tenerte,
sin ser dueño de tus besos.
¡Pero igual me besaste!
y viajaste en mi lecho,
montando el potro salvaje
de mi sorprendido cuerpo;
y no te puedo negar,
¡me hiciste sentir pendejo[1]!
Si no es amor, si es prohibido,
si dura poco o es sueño,
nada me va a importar
¡mientras quieras darme un beso!
mientras me quieras tocar;
si quieres: ¡llámale sexo!
[1] Joven (Expresión rioplatense)