En la tierra se escucha una queja,
una queja más honda que el mar,
que transita los aires y deja
el filoso dolor de un puñal.
Son las hembras humanas las dueñas
que quejidos tan tristes aúnan,
que a las aves del cielo atormentan
y a las fieras del campo asustan.
El dolor de ser madres, la angustia
de sus hijos muriendo en las guerras;
dan sus mamas al niño y al hombre,
con su leche y placer los sustentan...
Pero ellos, pisando las flores,
las maltratan, las usan y vejan;
pero ellas, soñando amores,
soportándolo todo... simplemente dejan.