Y yo que me la llevé al río
creyendo que era Manuela
pero era Sigfrido.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos sin brillo
y el me tocó la marimba
una zamba y dos tresillos.
Ni nardos ni caracolas
ni petardos ni utensilios
sirvieron para pedirle porfa
no vayái a abusar conmigo.
El se bajó los pantalones
y su revolver al cinto
se le notaba en buena forma
yo diría de peligro.
Un horizonte de perros
ladró a lo largo del río
y yo al borde de la histeria
aullaba también lo mío.
Y yo que me la llevé al río
una noche de domingo
creyendo que era mozuela.
Pero como dijo mi abuela
aunque me duela diré
que mi novio lo tiene rico.