Tal vez la única huella que
de mi paso por el mundo quede
sea este poema de calidad pobre
y de versos de una métrica imprecisa.
Un poema que no habla del amor,
ni de la luna
ni de la pupila azul con la que mira
la mujer que pregunta qué es la poesía.
No creo en los engaños de la suerte;
como hacía Raymond;
sigo comiendo de la fuente las frambuesas;
pero mis frambuesas son ideas.
Masticar la idea hasta tragarla;
masticarla; pasarla de un lado a otro de la boca;
y que la idea inunde el paladar
y lo colme de un sabor caractéristico.
No, este poema no habla del amor;
ni tampoco de la tarde de Borges;
que en su cualidad de olorosa
se asemeja a un mate curado.
No, no habla de la luna; no pretende hacerlo.
Tal vez de lo único que hable
es de un par de relaciones inconexas.
De esas relaciones capaces de dejar heridas.
Más de una vez me perdí en la poesía
y caí en el mar que se llevó a Alfonsina;
si alguién la vé; que le avise que él volvió a buscarla.
Como vuelve a mi su nombre
en este instante...
Y si ahora la literatura
tiene ganas de matarme;
que lo haga con el filo de las palabras.
Jorge Leonardo Torrez
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