Hace cuatro meses
que he quedado sin trabajo.
Trabajar…¿ a quién le
gusta trabajar cuando
te pagan una miseria,
hagas lo que hagas?
A veces es preferible
asaltar, amenazar,
infundir miedo,
aunque tenga que matar…
Nunca lo he hecho.
Pero esta vez,
estoy dispuesto hacerlo.
¡Ya nada me importa!
En realidad,
nunca nada me ha importado.
¿Para qué darle importancia
al temor de quedar detenido,
si hoy se mata,
y se pone preso al muerto?
Es una manera jocosa
de decir.
Los asesinos matan,
y a los pocos días
están asesinando nuevamente.
O, directamente, no los encuentran.
Paso a lo mío.
Necesito dinero.
Aunque sea robado.
Al que se resista,
lo mato .
¡Nada, absolutamente
nada me importa!
He de tener tanta suerte,
que han de encontrarme
de inmediato,
y es probable
que me den cadena perpetua.
Mi destino es que
todo vaya en mi contra.
Mi vida está repleta
de contradicciones.
Saturada de desgracias.
Estoy harto de todo esto.
Tal vez sería mejor
que en vez de tener el
pensamiento demente
de matar, sería más
conveniente que me suicide.
Así no han de ponerme
entre rejas.
Se está acercando
un pobre hombre como yo.
Pobre por su aspecto.
Tengo unos pesos
en mi bolsillo.
Ninguna arma.
Solamente mis manos,
muy especiales
para tomar el cuello
de alguien, y apretar,
hasta dejarlo sin vida.
Me acerco a este
pobre hombre,
como yo.
Entrégame todo
lo que tienes,
le dije.
Nada tengo, amigo,
me respondió.
Si me das vuelta
cabeza abajo,
no se me ha de caer
ni una sola moneda.
Lamento no poder
entregarte nada,
solo mi vida…
No, nada quiero de ti,
no tienes dinero.
Lo ignoraba.
No me temas.
No soy un asesino.
Toma, te entrego
estos diecisiete pesos.
Es todo lo que tengo.
Con tu presencia,
y tus palabras ,
me has dado
una lección de vida…
No soy un asesino.
Ni nunca lo seré…
Derechos reservados de autor (Hugo Emilio Ocanto - 04/02/2015)