Esa calle algo arrugada, esa es la calle Isilla,
que aunque un poco paticorta es la más presumida
pues conoce al dedillo las idas y venidas
de la gente del pueblo ¡qué pueblo! de la villa.
Es una maravilla. Tiene sabor a añejo,
a dimes y diretes siempre cuchicheando,
a gentes de los pueblos que alli van paseando
o en comercios comprando con su habitual gracejo.
Su firme es de cemento, de sueños movedizo,
paredes desconchadas adornando su talle,
aunque mejor que calle parece un pasadizo
para este advenedizo ¡que bonita es la calle!
Porque aceras no tiene repleta va de excusas
creando fantasías, desgranando algún cuento,
disfrutando el momento, de emociones profusas,
y asi sin más premisas viendo pasar el tiempo.
Por debajo del suelo habitan subterráneos,
las sangre de las vides circulan por sus venas,
cuevas y bodegas. Alli los espontáneos,
mientras abrevan su sed, curando van sus penas.
La vida fluye agitada en tierras de Castilla
en esta población a la que divide el Duero,
se bebe el mejor vino y degusta un buen cordero,
Aranda, este es su nombre, un beso en la mejilla.