Viento_de_Levante

Sabores de sal amarga

     SABORES  DE  SAL  AMARGA

 

Vino una mañana con su noche a cuestas,

me miró a los ojos y se disculpó,

dijo que venía cruzando la estepa,

y que le llamaban, la jubilación.

Presentó sus cartas y sus credenciales.

Pronto se hizo dueña de la situación,

me pasó su carga. Dijo: “-innegociable,”

y que debería probar su licor.

Lo bebí expectante. Preguntó “¿A que sabe?”

Tal vez, no supiera responderle yo,

era un sabor seco, como algo que arde,

cicatriz o llaga en el corazón.

 

Me eché sobre el hombro años de esperanza

que entre risa y juegos una vez viví,

amores tempranos y un sin fin de andanzas

que hicieron mi mundo alegre y feliz.

Luego pasó el tiempo, y las fantasías

se fueron trocando en la realidad;

fueron mis rastrojos, que acumularían

el regusto ocre que la vejez da.

Sabor agridulce como el de la vida

que huele a lamento y a cuarto de atrás,

a tango que evoca con melancolía

dulces melodías de antiguo arrabal.

 

Valga este poema como último intento

que una vida entera quiere reflejar

en el corto espacio que, en solo un momento

hoy, a mis amigos les quiero brindar.

Adiós a las farras y a la muchachada,

a los compañeros y a la libertad.

Adiós a los blues en las madrugadas

y a cosas que nunca volveré a encontrar.

Me toca a mí ahora andar el camino

tan desconocido y sin vuelta atrás

y que inexorable me alcance el destino

que el último día, seguro traerá.

 

             Viento de Levante