¡Ámame dulce amor mío!
Ámame que estoy muriendo,
desátame estos suspiros,
aliméntame de besos,
arráncame de este suplicio,
y de las cadenas de hierro
y de mis vientos heridos.
Arrebátame de este infierno
y de este pozo infinito,
que devora hasta mis huesos
y así muero consumido
por un amor que yo quiero
que en mi pecho va esculpido,
por eso vivo un tormento,
por eso vivo y no vivo,
y a cada momento muero
por vos oh dulce amor mío.
Oh, santos mares del cielo,
yo os pido vuestro auxilio
para liberar mi pecho
y las sombras del olvido,
e incinerar mi sentimiento
por unos ojos de lirio
que son dos flores de almendro,
que resbalan por mi espíritu
y se duermen en mi pecho.
¡Ámame dulce amor mío
con ese abrazo perpetuo!
Que brote de tus entrañas
y de tus bosques de ensueño,
con esa asfixia y locura,
boca a boca y cuerpo a cuerpo
para fenecer los dos,
en ese delirante huerto
donde se fundes amores,
y se guardan los secretos
de las leyendas amadas,
y nadie debe saberlo,
solamente la doncella
y su galante mancebo.
¡Ámame dulce amor mío!
Que me muero en mis tormentos,
ámame con tu locura,
con esa gloria y ternura
con el edén de tus besos.