Me he de fortalecer en cada palabra, en cada plegaria dedicada a mis latidos extintos.
Ganaré un rincón pedácito del cielo, con la nobleza de mis actos, donde beberé agua de los manantiales que cuelgan en forma de inmensas cascadas frágiles y transparentes.
Mis manos serán el único balde que ocuparé y, que llegara a mi boca hambrienta del silencio, vacía de mis palabras.
Guardaré nubes y suspiros en mis bolsillos, para hacerte un cielo más claro y azul en las tardes de la desesperada ausencia.
Reposaré como el astro más grande del constélado firmamento, atónito, perplejo e irradianté de pálida luz mística y fría.
Así será mi ausencia, así será la despedida, como el adiós del vagabundo a su libertad, o las alas rotas del colibrí.
La noche será tu guía en cuanto caiga el recuerdo de mis escasos y cansados días.
Sólo así podré ser parte de tu memoria para que no me olvides, porque el molde de mi olvido serán los recuerdos fracturados en la ausencia del alma misma.
He de encontrar el consuelo y descanso en las palabras de tus plegarias, porque sólo así sabré que sigo y seguiré vigente en tu ser, desde un rincón del cielo.
Marc Téllez González