Después de habitar los montes
y las simas más profundas.
De ver el claro horizonte
y la más negra penumbra
y sin pensarlo siquiera
convertir, controvertido,
largos días de quimeras
en un absurdo tiovivo,
recapacito y entiendo
que hay que ver lo positivo,
es por eso que presiento
que nunca estaré aburrido.
Hoy me ha mostrado su cara
la ociosa jubilación.
Para ver las cosas claras,
he de hallar la solución.
Mas, teniéndola tan cerca
no se por qué me atosigo
si cualquier sombra se aleja
con sólo abrir un buen libro.
Y hay una legión de gente
que siempre va a estar conmigo
ensanchándome la mente,
enseñándome mil sitios,
mostrándome la manera
de aprovechar bien las horas.
Ni de broma ni de veras
caeré en hastíos ni fobias.
Empezaré mis visitas
por Vicente Blasco Ibáñez
y se hablará en nuestra cita
de <Cañas y barro>, y sangre.
Pues si les parece poco
observaremos de cerca
la esencia vital del toro,
leyendo <Sangre y arena>
Luego con Miguel Delibes,
que flagelando su mente
dirá del dolor terrible
de <Los santos inocentes>.
Miguel Hernández, seguro
me ha de invitar a su mesa
para comentar, calculo,
lo de <El rayo que no cesa>.
Después a Italo Calvino
que en bata y en zapatillas
va a desgranar con tino
<La Gran Bonanza en las Antillas>.
Hasta Carlos Ruiz Zafón
he de acercarme en silencio
y respirar la emoción
de su <La sombra del viento>.
Dando un gran salto en el tiempo
me encontraré con Homero
y veréis que en un momento
va a presentarme a Odiseo.
Éste, a su vez, por si acaso,
con gran precaución y esmero
va a llevarme con cuidado
donde vive Polifemo.
Compartiré <La Odisea>
sobre un mar de aguas serenas
y quietas, donde rielan
estrellas y lunas llenas.
Guiará Dante mi descenso
donde, hasta el fuego se hiela
si sientes el duelo horrendo
de <La divina comedia>.
De regreso a nuestros siglos
me llegaré hasta D. Pío
para que me preste libros
que me hablan del pueblo mío.
Es una espina que llevo
clavada en el corazón
desde que empecé a leer
<Camino de perfección>
porque quiero conocer
con interés y sosiego
la historia y el parecer
de los humildes labriegos.
Hechos de luto y de llanto,
de silencios seculares,
de muy duros desencantos,
de agua bendita y altares.
De ese “¿Qué vamos a hacer?”
que se ahogaba en sus gargantas,
de esos “pues vamos a ver”,
llenos de paciencia innata.
José Luís Castillo Puche
me atenderá muy contento
para decirme que luche
contra la lluvia y el viento.
porque siempre hay que luchar
para conseguirlo todo,
para no tener que andar
luego <Con la muerte al hombro>.
Me dicen y me comentan
los recientes jubilados
que el aburrimiento aumenta
cuando se está sin trabajo.
Pero a mi me han dicho todos
los que de verdad lo saben.
“-Se aburren porque están solos,
porque no tienen a nadie”.
Viento de Levante