Nubes que apagan el día,
que sin luz ya se obscurece,
dejando ver los reflejos,
de un sol que languidece,
pintado de cian turquesa,
entre las cumbre de nieve,
junto a un marrón de borgoña,
y un magenta fucsia y verde.
Nubes que ahogan el día,
nubes que van y vienen.
Ay, paleta de mi otoño,
con paisajes de aguafuerte,
no te vayas de mi mano,
que mi verso se adormece,
que los cielos ya no brillan,
y los aires enmudecen,
déjame pintar mi valle,
con el cántaro en la fuente.
¡Déjame pintar mi valle
donde nacen los claveles!
Mi paleta es de madera
que pudiera ser un libro,
cuando serraron el árbol,
con sierra de hierro fino.
Mi paleta es de colores,
verdes rojos y amarillos,
amarantos y carmines,
melvas, blancos e índigos.
Mi paleta tiene letras,
como las hojas de un libro.
Y cuando termina el día,
ya se cansa y se adormece,
entre un color apagado,
y una luna que decrece;
la noche ya se hace grande,
con mi cántaro y mi fuente,
con unos luceros fríos,
que han salido en el poniente.