Desprendióse lentamente desde mi nuca.
La fuerza de gravedad le ayudaba a deslizarse por mi espina dorsal.
A su paso, mi piel se erizaba formando un inmenso valle de pequeñísimas montañas, apenas perceptibles.
Impasible recorría mi espalda, acariciando suavemente mis sutiles vellos.
Llegando a la altura de mi cintura me hizo temblar, estremecer, con un sentimiento de placer intenso. Era un manojo sensible a merced de cualquier corriente placentera o no. Sentimiento, sensibilidad, sensualidad, erotismo...
Arqueé mi espalda mientras echaba mi cabeza hacia atrás, cerré mis ojos, para captar a fondo cualquier sensación.
Gozaba de todas las sensaciones que me hacía sentir aquella pequeña e insignificante gota de sudor, a través, de mi cuerpo desnudo.
Siguió su curso abriéndose paso por mí, la zona prohibida de mi baja espalda. Introdújose entre mis glúteos perdiéndose en medio de ellos, a través del cañón salvaje que separa uno del otro, sensación indescriptible.
Involuntariamente mi mano se perdió en mi zona pélvica buscando el faro erguido que domina mis bajas pasiones.
El movimiento placentero, el calor intenso que sentía, hicieron que muchas otras gotas se desprendieran de mi nuca, siguiendo exactamente los pasos de la primera.
Imágenes prohibidas de tu cuerpo desnudo, hambriento de placer intenso, invadieron cada parte de mi mente sin darme tregua. A cierto punto mis movimientos eran involuntarios y solo me abandoné al placer. Aquella gota se convirtió en tu lengua ardiente, que ya no respetaba absolutamente ninguna parte de mi cuerpo y lo erizaba a su gusto. Mi mano se convirtió en tu boca ardiente. La voluntad solo fue un recuerdo, era esclavo de una intensa excitación. Sentí tus manos que aferraban y arañaban mis firmes glúteos, y, sin saber cómo, lo juro, sin saber cómo, estabas sobre mí ejercitando todo tu dominio, ese dominio que solo tú, sí, solo tú sabes tener sobre mi cuerpo sediento de placer. Era todo sudor, ardor, pasión, eros incandescente, hasta sentir una fuerte explosión en mi bajo vientre, arrancándome gemidos de goce.
Polución voluptuosa que me hizo alcanzar el ápice del placer...
Y pensar que todo comenzó con una insignificante gota de sudor después de mis ejercicios.