No quieras culparme de nuestro fracaso,
yo no soy culpable...
Yo hice las cosas que hacen las mujeres,
esposas y madres...
En ningún momento te faltó el cariño,
y te satisfice en todas las veces
que quisiste amarme...
Concebí tus hijos y atendí la casa,
he sido intachable.
Nada he descuidado, conservé mis líneas
a pesar del daño que hacen los años
y los embarazos, (si tú lo supieras:
¡Aún silban los hombres que cruzo a mi paso!)
¡Tú eres el culpable!, ¡infiel!, ¡desgraciado!;
ves que te haces viejo y engañas tu mente
viviendo aventuras, alquilando cuerpos.
¿No caes en la cuenta que así te rebajas,
perdiendo la honra, la hombría, el respeto?
¿Sabes qué?, te invito a que te arrepientas
antes que me canse... (y ya sea tarde).