Zeus fue tu creador
y el Olimpo de los Dioses,
el jardín donde tus frutos
bautizaron con su nombre,
fue un regalo a los mortales
como un presente divino,
para recordar que los dioses
han marcado su destino.
En Grecia tuvo su cuna
y los griegos lo cuidaron,
hasta llegar a nosotros
desde tan legendario pasado,
en un tiempo muy lejano
y que como vestigios quedaron,
ruinas y este árbol milenario
que por nuestros campos al caminar
con indiferencia observamos.
No es hidalgo ni es hermoso
para el reino vegetal,
ni se encuentran dos iguales
si los queremos a buscar,
sus hojas son tan pequeñas
y nos causan gran sensación,
que esas minúsculas hojas
puedan ser su salvación;
por sus cuerpos tan deformes
como los mitológicos seres
que vagan por esos lugares
de fabulas y atardeceres;
con esa madera siniestra
tan difícil si se quiere moldear,
siendo solo el fuego sagrado
quien la domesticara,
haciendo resplandecientes brasas
para en los crudos días de invierno
el podernos calentar.
Pero este árbol tan rudo
y que en el campo tenemos,
una vez al año cuelgan sobre
sus ramas de acero,unos ramilletes
de verdes esmeraldas con esmero,
esperando el frio invierno que todo
lo verde hace se convierta negro,
para que unas callosas manos
de las ramas complacientes,
recojan esa aceituna para extraer
sin demora un líquido fluido que parece oro,
y que llamamos aceite.
El aceite ese elixir divino
que nos envían los dioses,
escondido en las gotitas
del roció en las frías noches;
y que como lágrimas de oro
por todos nosotros vierten,
al convertir sus lamentos
en el milagroso aceite.
Por eso el aceitunero
de los campos españoles,
es gallardo y altanero
y descendiente de señores,
no importa su condición
ni su forma de vivir,
la meta que se han marcado
es recoger la cosecha que
los dioses les han enviado,
para poder malvivir.
¡Es mi homenaje sincero
para esos aceituneros
que dejaron su salud
recogiendo las verdes
o las negras aceitunas,
en los campos pedregosos
de esta España tan obscura!
Joanmoypra