Esas noches, mi amor, ¡ay esas noches!
que pretendemos sean eternas,
en las que la luna juega a pintar reflejos dorados en tus cabellos,
en las que anida la ternura en nuestros pechos
y en las que evadiéndonos de nuestro destino,
con singular devoción,
nos entregamos a los sublimes placeres del sexo.
El fuego de la pasión prende en nosotros
y una y otra y otra vez, incansables,
nos poseemos el uno al otro
como mares embravecidos.
Noches de susurros, orgía, jadeos y besos,
en que siento estremecerte entre mis brazos
bajo mi cuerpo.
Esas noches en que nuestras bocas
se funden en prolongados besos,
y olvidándonos del mundo,
tu te olvidas de tus miedos,
yo me miro en el azul de tus ojos
mientras te acaricio el sexo.
Y cuando, pasadas las horas, exhaustos
de tanto y tanto goce carnal
al que sometemos nuestros cuerpos,
permanecemos echados sobre el lecho de amor
en quietud,
un silencio reparador nos invade
antes del sueño.
Pero cuando con mis manos
recorro las curvas de tu espalda
y, nuevamente, acaricio tus pechos,
cuando con fuerza te aprieto
sintiéndome tu dueño,
vuelvo a vibrar como al principio
y todo vuelve a comenzar de nuevo.
Esas noches … ¡Ay esas noches!
Moscú, 14 de mayo 20XX