SOBRE LA POESÍA
No hablaré de la poesía,
de los poetas egregios,
ni he de rendir pleitesía
ni alabar con florilegios
porque les quede bonito
cantar al mar y a las flores,
al sol y a los pajaritos,
a la aurora y sus albores
diciendo que sus poemas
son un placer para el alma,
alivio para las penas,
y un remanso azul de calma.
Pues existe otra poesía
necesaria y valedera
como el sol que alumbra el día
y la aurora mañanera.
La que está comprometida
con el pan y con la vida.
No es neutral ni comedida
y sin embargo es poesía.
Es poesía en letras grandes
que está pegada a la tierra,
es incisiva y cortante
y cuando la llamas llega.
Está en el hombre que sufre
la injusticia y el abuso,
en el escaso de luces
y en el que dio lo que tuvo.
Habita en el carpintero
y en el viejo jubilado,
en el cura y el barbero
y el jornalero explotado.
En las mujeres que quieren
que no les tomen el pelo,
que trabajando igual, deben
de cobrar igual que ellos.
En el valor y en el celo
de enfrentar la hipocresía
de los que pagan con miedo
sus lujos y sus orgías.
Y, aunque poco guste oírlo,
todo lo dicho es poesía.
También, ¿y porque omitirlo?
La puta en su mancebía.
No andéis siempre en el Olimpo
para escribir un poema,
salid a la calle, os digo
porque la tenéis más cerca.
A las seis de la mañana,
cuando está nevando fuera
y hay que abandonar la cama
porque el despertador suena.
Esto si es pura poesía
auténtica y verdadera.
La de Andrés, la de María,
la de Juan, la de Josefa.
Viento de Levante