El aroma de la albahaca rememoró viejos amigos.
Soñadores de mundos, en brindis de guitarra.
Amaneceres alegres, confiados, llenos de cariños, besos y amores.
Conciencias ardientes, al amparo de esperanzas fraternas.
Paisajes verdes, sencillos, puros y frescos donde los abrazos se multiplicaban sinceros y fuertes. Donde las miradas no se esquivan, se buscan, se ríen, se comparten llenas de ternura, de pasión. Donde la música el canto y la poesía son el pan de cada día.
Pablo Mistral